La mayoría de las críticas en cualquier puesto de trabajo se dirigen hacia los jefes. Pero, ¿qué pasa cuando son ellos los que tienen que quejarse? En muchas empresas prolifera la figura del empleado perjudicial, que provoca estrés en sus superiores, hasta el punto de conseguir el apelativo de empleados tóxicos.

La consultora Otto Walter ha entrevistado a casi 650 directivos, con más de 3.000 experiencias en este ámbito, que han sido recogidas en el estudio ¿Cuáles son las conductas más desquiciantes de los empleados tóxicos? (Lo que los jefes no pueden contar de su día a día). Del mismo se han derivado siete grandes conjuntos que reflejan el 97,2 por ciento de las conductas que más indignan.

Abriendo el ranking aparecen los provocadores de conflictos, quienes contaminan el clima laboral, critican y manipulan a terceros, sin colaborar con los demás. Aquí se incluyen, además, conductas como las actitudes sexistas (llegando incluso al acoso sexual), la mala educación o la desconsideración hacia los jefes.

Como señala el autor del estudio, Paco Muro (que además es presidente ejecutivo de Otto Walter), «con lo dificilísimo que es para cualquier jefe mantener la motivación, saber estar a la altura, generar espíritu de equipo, tener calma y tacto para decir las cosas delicadas, aguantar la presión del mercado y los objetivos, tomar decisiones y sobrellevar la responsabilidad, sólo nos faltaba contar con la ‘ayuda’ de unos cuantos indeseables que destrozan la moral de los jefes y añaden tensión innecesaria, desestabilizando los comportamientos, exasperando a todos y creando negatividad en su entorno».

Los reyes del escaqueo

El escaqueo y la holgazanería también irritan al 62 por ciento de los jefes. Se trata de los empleados que hacen el mínimo de trabajo, rehuyen sus responsabilidades y se muestran pasotas e indiferentes ante tareas complicadas o que no les gustan.

Como señala el estudio, la solución más fácil en estos casos sería el despido pero, muchas veces, no es posible porque a veces ocupan puestos sindicales que les blindan. En otras ocasiones su despido es muy costoso o, incluso, el jefe no tiene la autoridad suficiente para despedir al empleado en cuestión. «Recordemos que hoy, en España, en todos estos casos el despido, por muy vago y caradura que sea el empleado o empleada, es considerado improcedente y requiere indemnización», señala Paco Muro.

La tercera situación exasperante es la incompetencia, el realizar mal o torpemente las tareas encargadas, interpretar de forma incorrecta las instrucciones dadas o no cumplir con los plazos. «Una cosa es que alguien sea un poco más flojo, o que le cueste más hacer el trabajo, o que no sepa, o sea lento para aprender», comenta Paco Muro. «Pero otra bien distinta es este caso, en el que hablamos de verdadera torpeza, de una situación auténticamente agota-jefes».

Mentirosos y ladrones

Algunos empleados no dudan en realizar falsas acusaciones, falsificar documentos, robar material, quedarse con dinero que no es suyo e, incluso, utilizar la tarjeta de la empresa con fines personales. De ahí que el fraude, las mentiras y los robos sean señalados como la cuarta situación más irritante.

La pérdida de tiempo de manera intencionada aparece en el quinto puesto. Lo que consiguen es que el equipo se descoordine, dar un ejemplo pésimo, generar situaciones de tensión y enfrentamiento, provocar una sobrecarga injusta de trabajo para los demás y deteriorar el ambiente. Los encuestados señalan que están físicamente en el puesto, pero perdiendo el tiempo.

Comportamientos ‘anti-jefes’

Dentro de esta categoría se incluyen los prejuicios y las amenazas hacia los superiores.

Uno de cada cinco consultados afirman desesperarse por lo que se denomina comportamientos ‘anti-jefes’: desacreditar al jefe ante otros, tenerle envidia, amenazarle, generar prejuicios contra él, tratar de engañarle o desprestigiarle, son algunas de las conductas más citadas. «Hay empleados que por las razones que sean tratan de pelear contra los jefes, de complicarles las cosas a propósito como si asumieran de partida que el jefe fuera el enemigo a batir», afirma el presidente ejecutivo de Otto Walter, Paco Muro. Una mala experiencia con jefes anteriores, la mala actitud personal o el haber recibido una educación antiempresarial pueden ser algunos de los motivos.

Los trabajadores que muestran esta actitud hostil suelen desconcertar a los mandos, ya que éstos desconocen de dónde viene y tardan un tiempo en comprender la realidad del tipo de empleado ante el que se encuentran.

La arrogancia por bandera

La soberbia y la impertinencia son características de algunos de estos trabajadores.

También uno de cada cinco encuestados, es decir el 27 por ciento de los jefes, se desespera ante los empleados que actúan con arrogancia. Estos trabajadores suelen ser personas soberbias e impertinentes, por lo que se comportan con cierta superioridad, además de con autoritarismo.

Son quienes se apropian de las medallas que no son suyas, buscan el protagonismo en todo lo que hacen y no asumen sus propios errores. Para Paco Muro, «la dificultad en este caso es que es una cuestión más de actitud que de rendimiento. Sus efectos nocivos en el departamento y en el ánimo del jefe directo son devastadores, pero no hay forma de hacerles entender su fallo, porque jamás serán capaces de verlo, y además es muy probable que sus resultados en el trabajo sean correctos».

Ellas lo tienen más difícil

Las jefas se enfrentan a más problemas que los jefes.

El sexo del jefe sí que parece determinante en la relación con sus subordinados. De hecho, las jefas lo tienen más difícil aún que los jefes a la hora de tratar con este tipo de trabajadores.

Donde más obvio resulta esta situación es en los comportamientos de arrogancia y superioridad, sufrida por el 38 por ciento de las mujeres directivas frente al 24 por ciento de sus colegas los hombres. La diferencia también se hace notar en el caso de las conductas ‘anti-jefe’, situación a la que se han enfrentado un 30 por ciento de las mujeres y un 26 por ciento de los hombres.

«Parece quedar claro que, hoy por hoy, las directivas aún tienen que soportar a ciertos personajes que no aceptan de buen grado ser mandados por una mujer, aunque se da el caso de que entre los empleados ‘díscolos’ que se comportan de forma insolente con sus jefas se encuentran también mujeres», afirma Paco Muro.

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