Lídia Guinart, autora del libro Soy mujer y pretendo trabajar, editado por Debols!llo

En el mundo del trabajo, ser mujer es una condición que puede restar puntos. Es un secreto a voces que Lídia Guinart utiliza como hilo conductor de su libro. La autora ofrece consejos que se entremezclan con testimonios de mujeres que han sufrido desde mobbing y acoso sexual hasta discriminación salarial.

¿Qué mensaje intentas transmitir con Soy mujer y pretendo trabajar?

Recordar a las mujeres que, cuando salgan a buscar trabajo o intenten progresar en su profesión, tengan claro que se van a encontrar con dificultades añadidas por su condición de ser mujeres, pero deben saber que es posible superarlas. Como digo en la contraportada del libro, al conocer el problema y saber qué herramientas tienes para combatirlo ya has dado un gran paso para eliminarlo.

Dices en tu libro que «ser mujer es ser persona». ¿Es necesario expresar con tanta contundencia algo tan obvio?

Yo creo que sí porque un punto clave a la hora de lanzarse a la vorágine de buscar trabajo es tener muy alta la autoestima. Pensar que realmente no vales y que te va a ser muy difícil encontrar un empleo es lo peor para conseguirlo. Debes tener muy claro que tus derechos son los mismos que los del resto de personas porque de este modo será muy difícil que te los pisen.

¿Cuáles son las principales dificultadesde las mujeres en la búsqueda de empleo?

Si eres joven, la sospecha de que vas a pretender tener hijos, porque muchos empresarios piensan que ser madre trabajadora es igual a una carga para la empresa. Si eres mayor y dejaste el trabajo, lo vas a tener muy difícil para volver al mercado laboral.

Además, tengas la edad que tengas, te vas a encontrar con una mayor incidencia de mobbing, acoso sexual y discriminación salarial que tus compañeros. Y con muchos prejuicios a la hora de crecer profesionalmente, por ejemplo, si quieres montar una empresa porque puedes tener problemas para conseguir financiación.

A lo largo del libro insistes en que algunos hombres intentan controlar a las mujeres a cambio de mantenerlas. ¿Es esto válido para las parejas jóvenes?

Yo creía que eso estaba superado, pero me he encontrado con muchas mujeres jóvenes que al casarse, emparejarse o tener hijos han renunciado al trabajo. El problema surge con las que más tarde se han separado: me han repetido que jamás volverían a caer en el error de dejar el trabajo porque la separación les ha costado mucho, precisamente por no tener recursos propios.

¿Dejaron el mercado laboral presionadas por sus parejas?

Algunas sí y otras no. Sigue habiendo casos de presiones en los que la mujer cede. El poso cultural que nos dice que nuestra parcela natural es el ámbito doméstico acaba pesando como una losa. Incluso hay mujeres muy preparadas, con un gran futuro profesional, que dejan el trabajo por la presión de su pareja.

En un capítulo del libro planteas la pregunta de si es malo ser madre. ¿Hasta qué punto las propias mujeres creemos que sí?

Para contestar a eso me remito a las estadísticas: España tiene una de las tasas de natalidad más bajas del mundo. No es que las mujeres pensemos que tener hijos seamalo sino que el binomio madre-mujer trabajadora comporta demasiadas dificultades. Con mucha frecuencia se renuncia a una cosa o a la otra.

¿Existe el sentimiento de culpabilidad?

Cuando se es madre trabajadora, sí. El libro de Sonsoles Fuentes Soy madre, trabajo y me siento culpable. Cómo compaginar trabajo y familia recoge muchos testimonios que así lo confirman.

Dices en tu libro que «la conciliación de la vida familiar y laboral es una bonita utopía por la que luchan todas las mujeres trabajadoras». ¿Puede el teletrabajo ser una solución a esa lucha o es una trampa?

Tiene sus pros y sus contras. Te permite organizar tu jornada laboral, no hace falta que salgas de casa, puedes cuidar a los niños…, pero en la práctica no es tan sencillo. Has de tener mucha fuerza de voluntad, aprender a marcar diferencias entre el trabajo y la parcela doméstica y no caer en el error de trabajar mucho más que si estuvieras en la empresa, porque eso pasa.

Otra frase contundente: «Si el hijo es de los dos, los gastos que se derivan de él también van a medias. Si no, acabarás pensando que, por lo que te queda de sueldo, no vale la pena trabajar».

Sí, las mujeres seguimos pensando que nuestro ámbito natural es el doméstico y que trabajar es una especie de lujo que nos permitimos. Si partimos de la base de la igualdad y apelamos a la autoestima que mencionaba antes hay que ir a medias porque estamos en nuestro derecho y porque no sabemos lo que nos depara el futuro.

Las mujeres superamos a los hombres enformación, pero nos cuesta mantenerla.

Cuando estás metida en la rueda del trabajo, los hijos y la casa piensas que ya haces bastante como para que encima se te ocurra apuntarte a un curso. Piensas que aún deberás restar más tiempo al poco del que dispones para estar con tus hijos o para hacer las tareas del hogar. Es cuestión de organizarse, por lo menos hay que plantear el tema.

Hay profesiones donde la presencia de mujeres es tan escasa que parece un suicidio querer acceder a ellas.

Yo me he encontrado con mujeres muy valientes, como una chica que decidió ser carpintera, y ahí sigue, o una señora que es camionera. Hay que tener una convicción muy fuerte porque en muchos casos no es sólo ir a contracorriente sino que luego no encuentras a nadie que te contrate.

El acoso sexual en el trabajo es otra lacra. Lo sufren el 18?3% de las mujeres frente al 8,8% de los hombres. ¿Cómo combatirlo?

No callándote y buscando ayuda. No siempre es fácil porque a veces ni siquiera encuentras apoyo por parte de tus compañeros, pero debes denunciarlo en tu empresa o acudiendo a un sindicato o a la inspección de trabajo.

En tu libro animas a las mujeres víctimas de discriminación salarial a que lo denuncien, pero como en el caso del acoso, se pueden estar jugando el puesto de trabajo.

Es cierto, pero en las empresas medianas y grandes se da de forma colectiva y si la reclamación también lo es gana fuerza. Lo que está claro es que entrar en esa lucha de forma individual resulta difícil. Pienso que es buena idea acudir a los sindicatos porque tienen mucho que decir sobre el tema.

Aunque aseguras que en tu libro no hay ningún alegato contra los hombres, al terminar de leerlo dan ganas de poner una bomba en un campo de fútbol. Hay pocos testimonios a su favor.

Yo creo que no digo ninguna mentira y en el libro aparece por ejemplo el caso de José Manuel, que, a raíz de su paternidad, ha dicho no a una oferta de trabajo que le obliga a pasar toda la semana fuera de casa. Vamos bien por ahí, pero nosotras tenemos que ir empujándoles porque a ellos solos aún les cuesta un poco.

© Laboris