Si el inglés sigue siendo tu asignatura pendiente y te estás planteando atajar por lo sano con esta deficiencia en tu currículo, nada mejor que dedicarle un tiempo para alcanzar el nivel que suelen exigir las empresas. Y no me refiero a asistir a clase durante varias horas a la semana después de trabajar o compaginándolo con cualquier otra actividad, sino a una dedicación casi en exclusiva al aprendizaje de la lengua de Shakespeare.

Esta es la propuesta que lanza Vaughan Systems, una de las empresas líderes en nuestro país en la enseñanza de este idioma, que ya tiene abierto el plazo de inscripción para la decimoquinta edición de su ‘Máster en Inglés Profesional’ (MIP). ¿En qué consiste? En la impartición de 2.300 horas en contacto directo con el idioma, a lo largo de un periodo de diez meses. «Son cinco horas de clase, en grupos de cinco personas, durante 167 días. Más un programa de cinco horas adicionales de trabajo personal por las tardes», explica el fundador de la empresa, Richard Vaughan.

A todo ello hay que sumarle cuatro estancias, de seis días cada una, en Vaughan Town donde conviven las 24 horas con anglo-parlantes. Lo que reciben allí, en esencia, son «clases con mucha activación de la gramática oral cuando hablan, de vocabulario, de todo lo que es la estructura relevante del idioma», afirma Richard.

Llegan a codearse con un total de 60 angloparlantes diferentes, desde un banquero hasta un bombero jubilado o una esteticista, procedentes de Escocia, Irlanda, Inglaterra, Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda o Australia. Es decir, se enfrentan a la realidad del idioma.

Las clases de inglés son como un simulador de vuelo donde, si uno se estrella, no muere. El alumno no siente la angustia y la atención que es imprescindible para hacerse definitivamente con el idioma. Hay que pasar apuros. Y la gente no los pasa con un profesor de inglés, por muy bueno que sea», sostiene Richard Vaughan.

O, siguiendo con los símiles, para que los alumnos aprendan inglés deben tirarse a la parte profunda de la piscina, aunque no sepan nadar. «La clase de inglés, por mucho que se intente lo contrario, es como estar en la parte que no cubre de la piscina. Mientras que Vaughan Town es la parte profunda, donde tragas agua y lo pasa mal», de ahí la importancia de combinar ambas partes, como hace el MIP.

Cuatro áreas

El máster atiende a cuatro áreas fundamentales del idioma: lectura, escritura, audición y expresión oral. Las clases, que se imparten en Madrid, requieren una presencia física de cinco horas diarias (de 9,00 a 14,15 horas, periodo que incluye un descanso de un cuarto de hora). «Luego se supone que van a casa, comen y siguen, porque les quedan cinco horas más de estudio personal», comenta Richard. Estos ‘deberes’ que tienen que hacer en casa incluyen la lectura de determinados capítulos de una novela cada día (se leen una por mes). Al día siguiente tendrán que contestar un cuestionario sobre la novela, que se unirá a otros cuatro exámenes más que se les realizarán cada día.

El control sobre los alumnos es exhaustivo. «Cada semana vemos la trayectoria de cada alumno y, si alguien se va desviando del listón, tenemos que preguntarle qué le pasa», explica. De hecho, no todos los que inician el máster llegan a su fin. «De cada edición, uno de cada diez lo tenemos que expulsar porque si no, la gente que sí trabaja duro no entiende que haya un vago que esté saliendo adelante».

Dinero y tiempo

El coste de este máster, casi 17.000 euros, y, sobre todo, el tiempo que hay que invertir en el mismo hace que no todo el mundo pueda realizarlo. El nivel de inglés que hay que tener para realizar este programa es de principiante alto o intermedio bajo. «Lo que llamamos el nivel umbral, donde uno puede mantener el tipo cara a cara en los más rudimentario», explica Richard Vaughan.

¿Y con qué nivel salen del programa? El objetivo es que los alumnos que cursen el MIP se conviertan en bilingües. Como afirma Richard, «significa que adquieren un nivel parecido al que se percibe en un holandés, un danés o un sueco. El nivel que tienen los profesionales de los países escandinavos».

Más información:

Vaughan

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Mejor con nativos no docentes

¿Existe alguna diferencia entre mantener una conversación con un profesor de inglés y hacerlo con una persona angloparlante que no tenga nada que ver con la docencia? Según Richard Vaughan, las diferencias son «brutales». Y la mejor opción es siempre la segunda. «Los profesores sufrimos todos una deformación profesional. Después de un número de horas enseñando a los estudiantes españoles, entendemos perfectamente de dónde cojeáis, en lo que es gramática y en la estructura del idioma, y empezamos a hablar en vocablos más nítidos, empezamos a mimaros demasiado».

El oído, el gran ‘handicap’

Si hay un área en la que los españoles cometen más fallos, ésta es sin duda el oído. «El español no entiende, aunque diga que sí. Muchos dicen: entiendo mucho pero no hablo. Pero es justamente lo contrario», señala Richard Vaughan.

Además, otro de nuestros fallos habituales es el poco empeño que le ponemos. «No hace un esfuerzo por aprender. En el fondo no es una prioridad para la inmensa mayoría de los españoles. Porque para aprender un segundo idioma después de la pubertad hay que hacer un gran esfuerzo y si no lo haces no vas a aprender ni soñando».

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