Eliminar las barreras lingüísticas es uno de los pasos fundamentales para que una empresa pueda consolidar su desarrollo en el mercado internacional. Echar mano de traductores se está convirtiendo en la opción más recurrida, pero también en la más profesional. Y es que hoy en día el trabajo del traductor no se limita al mundo del libro: las salidas que ofrece el mercado laboral para este colectivo son cada vez más variadas, siempre de la mano de una formación constante y, dicho sea de paso, complementaria.

Entre las oportunidades laborales que ofrece el mundo de la traducción, «está la progresiva apertura de la economía española, que conlleva más trabajo de traducción, lo que hace crecer al sector de las traducciones alrededor de un seis o un ocho por ciento cada año», subraya Günther Haltermann, fundador de la empresa de servicios de traducciones a empresas Ab Traduktalia. Nos encontramos, pues, ante un sector con buenas perspectivas en cuanto a oportunidades laborales se refiere. De hecho, para Haltermann, «habrá en los próximos años mucha demanda de servicios de traducción y seguirá habiendo pleno empleo entre los verdaderos profesionales de este sector, en cualquiera de las posibles salidas».

El inglés, a la cabeza

Pero, ¿en qué idioma conviene especializarse en estos momentos? Como viene siendo habitual, el inglés se perfila como la lengua predominante, ya que se trata del idioma de los negocios y de la ciencia. De hecho, Günther Haltermann, de Ab Traduktalia, no duda en afirmar que «siempre habrá trabajo para quien domine este idioma».

Pero no hay que dejar de lado otros idiomas, como el alemán, al que Haltermann califica de «campeón mundial de las exportaciones». Y es que cada vez son más las empresas germanas que necesitan traducir sus documentos y manuales al resto de idiomas.

El chino se perfila, en este caso, como otro de los idiomas punteros. En este sentido, Celia Rico, profesora en la Facultad de Comunicación y Humanidades de la Universidad Europea de Madrid (UEM), subraya que, además del inglés, «si tuviera que decir un segundo idioma me iría al chino, por los mercados emergentes, ya que empieza a haber un movimiento económico desde Europa a los países asiáticos». No obstante, esta experta también subraya la importancia de «algún idioma de los de reciente incorporación a la Unión Europea, porque también van a generar trabajo».

Riesgos

El positivismo con el que se mira al futuro laboral de los traductores se ve manchado por algunos riesgos que pueden correr aquéllos que no se pongan al día en su profesión. Y es que el avance tecnológico también ha contagiado al mundo de la traducción para ofrecer un servicio de alta calidad y productividad. Se hacen básicos, de este modo, determinados programas y herramientas informáticas de traducción asistida por ordenador.

Pero el fundador de Ab Traduktalia, Günther Haltermann hace referencia a otro riesgo: el del profesional nativo. Y es que cada vez es más frecuente la entrada al mercado de traductores de otros países que, con menor coste, proporciona traducciones a su idioma nativo.

La calidad, que no falte

España cuenta con una normativa orientada a garantizar la perfecta ejecución del proceso de traducción. Se centra, sobre todo, en la revisión y la corrección de concepto.

Si hay algo que se prima en cualquier servicio eso es la calidad. Y la traducción no iba a ser menos. De ahí que se haya creado la norma UNE-EN 15038, un reglamento que se centra no sólo en la calidad del resultado final, sino en la de todo el proceso de traducción. Para ello, la normativa ofrece una serie de procedimientos e instrucciones de trabajo a los que todos los profesionales del sector, sean autónomos o trabajen para empresas, deberán adaptarse.

En definitiva, más que en el producto (la traducción), esta norma está orientada a velar por que se sigan todos los pasos de la manera correcta, ya que sólo así se garantizaría la calidad del resultado. Es decir, se cuidan aspectos lingüísticos y de traducción, pero también administrativos y técnicos. Del mismo modo, se presta atención a las acciones relacionadas con la comprobación, la revisión, la corrección de concepto y pruebas y la comprobación final de la traducción.

Personas diferentes

Para Juan José Arevalillo Doval, de la Asociación de Empresas de Traducción ACT, la revisión y la corrección son los pasos fundamentales en los que se centra la norma. Por ello, según indicó este profesional en las jornadas de la Asociación para la Comunicación Técnica de España (ACOMTEC) celebradas en marzo en la Universidad Europea de Madrid, «la revisión y la corrección de concepto debe llevarla a cabo una persona distinta del traductor».

Pero, ¿en qué consiste uno y otro paso? La normativa define al proceso de revisión como el «examen de una traducción respecto a su adecuación a la finalidad prevista, cotejo de los textos de origen y de destino, y recomendación de las correcciones pertinentes».

A pesar de que pueda entenderse como un proceso similar al de revisión, la corrección de concepto se entiende, en cambio, como el «examen de un texto de destino traducido respecto a su adecuación a la finalidad prevista y a las convenciones del dominio al que pertenece, y recomendación de las correcciones pertinentes», apunta la norma de calidad española UNE-EN 15038.

En tres áreas

Las capacidades a las que hace referencia la normativa española de calidad en la traducción llevan al fundador de Ab Traduktalia, Günther Haltermann, a señalar tres áreas que deben cubrirse para desarrollar a la perfección esta profesión. Una de ellas es el dominio de los idiomas en sí mismos, al que habría que añadir el dominio de una o de varias materias. En este último caso, Haltermann especifica que «hay que conocer la jerga o las terminologías específicas».

El último campo que habría que cubrir es el del domino de las tecnologías de la información y su procesado, ya que hoy el mercado cuenta con herramientas específicas para la traducción.

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