Miquel Bonet, Director del Programa de Competencias de la Universitat de Barcelona iL3 | miquel@miquelbonet.com

Acabo de leer una entrevista realizada a uno de los mejores médicos de este país, Santiago Dexeus, al que conozco hace años; hay una respuesta para mí decisiva y que reproduzco: «los médicos que hacen mejor marketing, no siempre son los mejores». Naturalmente, Don Santiago, yo pienso lo mismo y además, en mis 47 años de vida profesional he podido constatar su apreciación, en muchas otras profesiones.

Siempre les digo a mis alumnos, a los que les hablo de Competencias y Autodesarrollo -porque es lo que me toca desde mi universidad y su centro de formación continua iL3-, que precisamente por haber vivido y trabajado con el marketing desde que llegó a España en los 60, éste acabaría dominándolo todo o casi todo lo tangible, y por tanto todo lo que se puede comprar y tenga un precio.

Como ciencia el marketing es bueno y útil, porque es capaz de descubrir y satisfacer las necesidades de todos, pero como casi todo, religiones incluidas, su gran perversión nace cuando se conjuga al revés, o sea crear necesidades que no existen para ganarse adeptos y de alguna forma sacarles el dinero; la verdad es que resulta difícil de controlar, pero esto es lo que hay.

Siempre respetaré a aquellas personas que hacen de su vida una profesión, un poco en la idea de Martin Lutero; a esta gente se las conoce porque las 24 horas del día son ellos mismos, sin ningún síntoma sospechoso de bipolaridad, ya sean médicos, abogados, mecánicos, cocineros o quiosqueros se comunican, se relacionan y su coherencia nos da tranquilidad.

Luego están todos los demás, esta mitad o más de la población que no trabaja en lo que le gusta, que hace ver que gestiona pero que sólo aplica, que sonríe poco y forzado, que mira sin expresión y que en el lado del corazón sólo tiene la cartera: hay que prevenirse contra esta gente.

Los encontraréis principalmente en el mundo empresarial, en la administración, en la política y a menudo en unos «extraños» formatos de prensa o televisión que sólo sirven para distraer y que alguien se atreve a llamar «famosillos», aunque en realidad ni siquiera son payasos de entretenimiento; pero cuidadito, porque todo eso se lo debemos al marketing: imagínese lector o lectora el peligro que encierra, manipular la forma de pensar de la gente, hasta hacerle creer lo que quieren que creas.

Es bien sabido que la mejor publicidad es el boca-oreja, o el proselitismo; de hecho, más del 70% de las ofertas de trabajo nunca llegan al mercado laboral, por tanto guárdese amigo/a lector/a de perder mucho tiempo creyéndose anuncios y fíese un poco más de la gente que ha vivido la experiencia; vivimos tiempos líquidos, tú eres protagonista como consumidor y la red, el networking y la experiencia de otros es tu mejor garantía, porque el verdadero conocimiento nunca se vende, se comparte como hacían nuestros antepasados.

© Laboris
23.10.2009