Miquel Bonet, Director del Programa de Competencias de la Universitat de Barcelona iL3

Escuché a alguien hace algún tiempo, con referencia a los cambios que tienen que producirse en el mundo académico, que el mismo Aristóteles podría entrar en una aula de humanidades, en cualquier universidad española y en pleno siglo XXI y apenas se notaría en relación al sistema docente, otra cosa sería en el área de ciencias y tecnología.

Lo cierto es que sufrimos un cierto retraso en el ámbito de los curriculums universitarios ya que hasta los últimos 10 o 15 años, y especialmente a partir de Bolonia, parece que las Universidades, han «escuchado» el mundo empresarial y han empezado a preocuparse del tipo de formación que se necesitará en el futuro para trabajar y ejercer determinada profesión.

No obstante, mi visión actual sobre el futuro es muy optimista porque este proceso que, sin duda, empezó tarde, se ha ido generalizando y en la actualidad se han incorporado las prácticas dentro del plan de carrera e incluso se ha generalizado un sistema docente, basado en el trabajo en equipo, en la multilateralidad, en la discusión de casos prácticos y fundamentado en la futuras competencias que deberán desarrollarse en el futuro, a nivel profesional.

Por otra parte las últimas generaciones y me refiero a la «X» y especialmente la «y» o «nintendo» han nacido con la tecnología y lo que debe hacerse será abrir las puertas al trabajo en común y a la discusión y planteamiento conjunto de problemas y soluciones, precisamente para cambiar los «Hábitos excesivamente individualistas» por Hábitos más sociales.

Un punto interesante serán las comunidades virtuales, los wikis, el desarrollo de blogs y todo el networking, que sin duda les va a ayudar incluso para encontrar su primer trabajo y después se constituirá como un soporte importante, para trabajar en proyecto, favoreciendo la flexibilidad y permitiendo gestionar el conocimiento del grupo como un auténtico valor competitivo.

El reto para las Universidades en el futuro es éste, conseguir que a través de unos itinerarios formativos mucho más realistas consigamos que las futuras generaciones lleguen a ser más polivalentes, flexibles, disponibles y por tanto «empleables». Podrán compartir lo que saben y especialmente su talento para el bien de la sociedad y para su felicidad personal. Si a todo eso le adicionamos un poco de generosidad y sobre todo «actitud» seguro que tendremos universitarios mucho más valiosos en el futuro.

© Laboris
18-6-2010