Luis Puchol, consultor en recursos humanos y catedrático de la Universidad Pontificia Comillas-ICADE. Es autor de varios libros sobre la búsqueda de empleo.

Un mercado de trabajo exigente en el que es más difícil que nunca destacar. Ese es el complicado panorama que dibuja en esta entrevista el profesor Luis Puchol, experto en recursos humanos y autor de obras relacionadas con la búsqueda de empleo como La Venta de Sí Mismo, Los 10 Mandamientos para Encontrar un Buen Trabajo, El Libro de la Entrevista de Trabajo y El Libro del Currículum Vitae.

¿Cómo definiría hoy la situación del mercado de trabajo?

Atributos que hace algunos años eran casi ornamentales se han convertido en imprescindibles, como el inglés, los conocimientos de informática, la capacidad de comunicación con el cliente o las dotes de liderazgo.

Las empresas, además, son ahora muy selectivas a la hora de contratar, porque los trabajadores son muy caros. A menudo pensamos que nuestros salarios son bajos, pero olvidamos que, para la empresa, la suma de costes relacionados con el personal —los costes directos, los indirectos y los ocultos— es enorme.
Los costes ocultos de personal son, por ejemplo, los despachos, los servicios y equipos de esos despachos, las plazas de aparcamiento, etc.

En definitiva, las empresas hoy quieren tener, como dijo Henry Ford, poca gente, la mejor y bien pagada.

Dice usted que los trabajadores son caros, pero ¿considera que nuestras empresas retribuyen de una forma justa y adecuada a sus profesionales?

La compensación global que percibe un trabajador tiene cuatro ejes: la retribución estrictamente económica, los beneficios -como seguros médicos o fondos de pensiones-, las oportunidades de formación y desarrollo y, finalmente, el clima, un factor indefinible en el que influyen el tipo de liderazgo que se ejerce en la empresa, las formas, la actitud de la compañía ante problemas personales del empleado, etc.

Hoy en día, por tanto, ya no se valora sólo el sueldo, aunque hay que tener claro que si un trabajador está mal pagado, no arreglaremos ese problema pasándole la mano por el lomo.

Sobre si las empresas españolas compensan bien o mal, creo que, en primer lugar, el clima de trabajo —salvo honrosas excepciones— no se tiene ni en consideración. Y en cuanto a la formación, cometen el error de considerarla efecto de los beneficios y no su causa. Es decir, las empresas invierten en formación cuando los resultados son buenos. Y, en realidad, deberían hacerlo para que los resultados fueran buenos.

Al incorporarnos a una empresa, ¿es recomendable apurar nuestras posibilidades de negociar las condiciones y así sentar unas buenas bases para el futuro o es mejor mostrar sólo muchas ganas de trabajar?

Se puede negociar, pero con ciertos límites. Es cierto que el sueldo de entrada —por hablar de uno de los elementos clásicos de la negociación— condiciona mucho la evolución salarial que luego tendremos en esa empresa, pero si negociamos muy bien al entrar y conseguimos un buen salario, corremos el peligro de que la empresa llegue a pensar que no valemos lo que nos están pagando.
Así que a veces hay que preguntarse si es prudente conseguir todo lo que tenemos a nuestro alcance.

También es importante saber qué hacer cuando pierdes tu puesto de trabajo. ¿Cuáles deben ser los primeros pasos tras un despido?

Conozco el caso real de dos trabajadores que fueron despedidos de la misma empresa, con una buena indemnización. Uno aprovechó para reformar la cocina y el baño de su casa, luego se tomó unas vacaciones y después empezó a buscar trabajo.
Su compañero, en cambio, vio que por su edad y su perfil le iba a ser complicado encontrar otro empleo y lo que hizo fue comprar una furgoneta de segunda mano, ir a la cooperativa de su pueblo y proponerles comercializar sus productos en restaurantes y bares de la zona. El primero de los trabajadores aún está buscando empleo —y no lo encontrará—, mientras que el segundo tiene una pequeña empresa.

En conclusión, yo no veo mal que una persona a la que acaban de despedir se tome unas semanas de vacaciones para recargar las pilas. Pero luego tiene que analizar la situación y ponerse a buscar una salida: sea un trabajo por cuenta ajena, el autoempleo o retirarse y administrar sus bienes, si es que ha conseguido reunirlos.

Y buscar esa salida es una ocupación de tiempo completo, de manera que no hay que consentir que en casa te tengan para hacer recados o pasear al perro. Hay que conservar ciertos ritos, como afeitarse y ponerse la corbata cada mañana. Y se necesita un espacio propio en el que organizar tranquilamente la búsqueda: repasar la red de conocidos, hacer el seguimiento de las ofertas, contactar con antiguos clientes y proveedores interesantes, etc.

Aparte de los errores más obvios, ¿qué otros errores no tan evidentes solemos cometer cuando acudimos a una entrevista de trabajo?

Aparte de temas obvios como la indumentaria o la puntualidad, es importante conocer los puntos débiles de nuestro currículum —períodos en blanco, por ejemplo— y preparar la argumentación correspondiente, porque el entrevistador se va a interesar por ellos.

Y es básico también el conocimiento de la empresa que nos entrevista. No basta con conocer su razón social y su actividad, sino que hay que investigar su posición en el mercado, su filosofía, su historia, sus productos, etc. Cuando a la pregunta de ¿qué sabes de nosotros? el candidato responde con toda esta información, le escuchan embelesados.

Todos tenemos clara la importancia de las habilidades sociales. La pregunta es: ¿cómo desarrollarlas? Porque no todos los profesionales disponen de un entrenador personal, un coach, a su servicio.

El autodidactismo siempre es posible. Todo está en los libros y todo está en Internet. Pero, claro, cuando hablamos de habilidades sociales, una cosa es conocerlas y otra muy distinta ponerlas en práctica. A menudo sabemos lo que tenemos que hacer y aun y así, no somos capaces de hacerlo, porque cambiar el propio temperamento es poco menos que imposible.

Como dijo alguien, se puede entrenar a un pavo para que trepe a los árboles, pero mejor contratamos a una ardilla, ¿no? Es decir, todo se puede enseñar, pero cada persona tiene una capacidad de aprendizaje determinada y, evidentemente, la personalidad es la principal limitación para el aprendizaje de las habilidades sociales.

Ya que hablamos de habilidades sociales, ¿cuáles cree usted que son los factores más determinantes para el éxito profesional?

Todo lo relacionado con la comunicación interpersonal es importante. También la visión de negocio, esto es, la capacidad de descubrir cómo se puede ganar dinero, y el enfoque humanista de la empresa. Finalmente, destacaría también la autoconfianza. Como dicen en Valencia, que es mi tierra, «si quieres llegar a Papa, métetelo en la cabeza».

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