Núria Oriol, periodista. Fundadora de la empresa de consultoría en comunicación Open Mind

Las empresas españolas nunca se han distinguido por su capacidad de comunicar, ni hacia el exterior ni hacia sus propios trabajadores. Pero poco a poco van aprendiendo algunas de las claves para relacionarse con su entorno.
La periodista Núria Oriol, especializada en comunicación corporativa e inteligencia emocional, analiza a lo largo de esta entrevista algunas de las claves para que empresas y profesionales mejoren sus habilidades de comunicación.

¿Cuáles son las grandes carencias de las empresas españolas en lo que respecta a su comunicación corporativa?

En el plano interno, la principal carencia es que no existe un flujo de comunicación entre departamentos. Aunque se realicen reuniones interdepartamentales, no se considera importante que haya flujos de información permanentes entre departamentos. Y hacia el exterior, el principal problema es que muchas veces la comunicación surge como reacción a los cambios del entorno. La empresa no activa la comunicación externa para propiciar los acontecimientos, sino que se limita a reaccionar ante ellos.

Hay empresas -principalmente del sector industrial- que por sus volúmenes de negocio y por el tamaño de sus plantillas podrían ser muy conocidas y en cambio son prácticamente «invisibles». ¿Por qué?

Algunas empresas lo eligen porque creen que el hecho de que no se hable de ellas es la mejor garantía de que todo vaya bien y de que la competencia tampoco sepa mucho de ellas. Yo respeto esta posición, aunque no la comparto. Otras empresas, en cambio, no comunican porque no saben cómo hacerlo, o porque su departamento de marketing está desbordado por el trabajo cotidiano y se ve incapaz de diseñar un plan estratégico de comunicación externa.

En sus cursos se habla de comunicación corporativa en clave de inteligencia emocional. ¿En qué consiste?

Lo podríamos definir como la aplicación de las habilidades personales, cognitivas y sociales a la comunicación de la empresa, pero con la voluntad de cambiar, con el compromiso de aprender a comunicar en medio del caos.

¿Cómo es trabajar en esas empresas que a menudo se definen como organizaciones emocionalmente inteligentes?

Es trabajar en organizaciones que tienen conflictos, como todas las demás, pero que tienen también los cauces adecuados para resolverlos. Organizaciones que valoran y motivan a sus empleados y les ayudan a realizarse personal y profesionalmente, que van creciendo con ellos. Son empresas que nunca conciben una estrategia sin tener en cuenta a todos sus colaboradores.

¿Son empresas con cauces muy formales de comunicación o priman las «charlas de pasillo»?

Combinan los canales formales de comunicación con una cultura de organización abierta, en la que se pueden formular preguntas. Hay, por supuesto, una pirámide de responsabilidades, pero la información no se mueve de arriba a abajo, sino en círculo, y los directivos son accesibles. Un directivo nunca debería diseñar estrategias sin salir de su despacho, porque hay puntos de vista que sólo pueden darle otras personas de la empresa.

Habilidades como la asertividad -la capacidad de expresar nuestros intereses, opiniones y sentimientos sin agresividad ni pasividad-, ¿pueden aprenderse?

Yo estoy convencida de que sí es posible, aunque si una persona es agresiva o pasiva en exceso va a necesitar más tiempo y más esfuerzo. Lo idóneo es empezar por algo sencillo, mostrarte asertivo en situaciones que para ti no son en absoluto delicadas y a medida que ganas confianza vas siendo capaz de enfrentarte a situaciones más complicadas. Lo importante para aprender este tipo de habilidades es que la persona se acepte a sí misma y crea en la posibilidad de desarrollar su inteligencia emocional no con el objetivo de ser mejor que antes, sino para ser más que antes.

¿Por qué hay profesionales que salen defraudados de los cursos de habilidades sociales y de comunicación?

Quizá porque los que nos dedicamos a esto no hemos sabido comunicar bien de qué se trata o, más probablemente, por un exceso de expectativas. En un curso de inteligencia emocional no se transforma la vida, sino que se aprenden unas habilidades que luego hay que desarrollar poco a poco. En otros casos no se ofrece el nivel de profundidad suficiente, nos limitamos a una explicación básica cuando en realidad la inteligencia emocional está basada en conocimientos de psicología complejos, pero que los participantes están preparados para entender.

¿Qué son las «técnicas de aprendizaje acelerado» que imparte en sus cursos?

Son herramientas para dar confianza en los primeros momentos a las personas que se inician en estos temas. Por ejemplo, algo tan básico como las técnicas de respiración puede ser de gran ayuda en situaciones de conflicto o bien ciertas posturas corporales que ayudan a comunicar mejor.

¿Los directivos de este país tienen una formación demasiado técnica?

En ocasiones, sí. La formación idónea para dirigir personas sería una combinación de conocimientos técnicos y humanísticos. Hay que saber gestionar proyectos, hacer presupuestos, organizar el tiempo… Pero con eso no es suficiente. Dirigir es liderar y para eso se necesita otro tipo de formación más humanista.

¿No tiene la sensación de que cuando se define lo que debe ser un líder se describe a un auténtico «superhombre» que no existe en el mundo real?

Sí. El problema es que la sociedad tiende hacia ese arquetipo, hacia ese modelo del «superhombre» y la «supermujer» de éxito. El nivel de exigencia en el actual entorno hipercompetitivo es tan alto que también se traslada a las personas emocionalmente inteligentes.

¿Qué buenas prácticas de comunicación destacaría de las que ha conocido por su actividad profesional?

Una buena muestra es una empresa que tiene muy claro que sus acciones externas deben ir acompañadas de acciones internas. Sus empleados siempre están informados de lo que la empresa va a hacer de cara al exterior y colaboran en ello, sea una campaña de promoción o el lanzamiento de un producto. Nunca se enteran de estas novedades por la prensa o a través de terceros. Son los primeros en saber lo que va a hacer su empresa y eso aumenta su motivación. Una comunicación externa exitosa es imposible si no se desarrolla, al mismo tiempo, una comunicación interna perfectamente coherente.

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