Xavier Guix, formador especializado en comunicación, PNL y coaching

Seguramente cualquier persona que se empeñe en hablar en público puede aprender a hacerlo, pero deberá superar ciertos obstáculos. ¿Cuál es la primera dificultad con la que va a encontrarse?

La primera dificultad viene dada por cómo se ve la persona a sí misma en la situación de hablar en público. Cada uno construye su idea mental y llega a una conclusión que habitualmente suele ser la de: «no lo voy a saber hacer», «para esto no sirvo», «yo no valgo»… La primera barrera que uno ha de vencer es la del autoconcepto.

¿Y cómo se supera eso? ¿Cómo se logra pensar en positivo?

Si asocias ponerte delante de la gente como una experiencia negativa es porque en algún momento de tu vida has experimentado negativamente la situación de hablar en público. Para cambiar esa percepción has de tener coraje, volverlo a intentar y poco a poco ir obteniendo pequeños éxitos que te estimulen a continuar. Cuando entras en la rueda del refuerzo positivo empiezas a superar la situación.

En su opinión, la Programación Neurolingüística (PNL) puede ser de gran ayuda. ¿De qué forma?

Todas las personas utilizamos programas para actuar, es decir, empleamos una serie de recursos mentales -cosas que vemos, que sentimos y que nos decimos a nosotros mismos- y con ellas construimos un bucle que conforma la estructura de cualquier experiencia. A través de la PNL se puede, entre otras cosas, averiguar de qué forma una persona que tiene problemas para hablar en público construye los «programas» del miedo o de creer que no es eficaz. La PNL ayuda a cambiar la estructura de esos «programas» para que no generen percepciones negativas. En el contexto de hablar en público utiliza dos elementos muy útiles, los anclajes y el cambio de estado de recursos. La PNL te pregunta: ¿cuál es tu estado de recursos ante la idea de pronunciar una conferencia? Estoy muerto de miedo. ¿Cuál sería el estado deseable? Permanecer en paz y tranquilidad. ¿Tienes experiencias en tu vida de paz y tranquilidad? Sí, claro. Pues si existen, detrás de ellas hay una estructura, traigámosla hasta aquí. Ese estado lo anclas, esto es, coges un estímulo y lo conviertes en una respuesta continuada. De la misma forma que cuando hueles un determinado perfume vienen a ti, por ejemplo, recuerdos de la infancia, puedes crear un anclaje tocándote un brazo o una pierna y que cada vez que lo hagas venga a ti la paz y tranquilidad que necesitas ante la situación de hablar en público. Con el tiempo llega un día en que se convierte en algo automático. Esto se puede conseguir con la Programación Neurolingüística.

Y ya ante el público, ¿lo mejor es centrarse en el mensaje?

Es lo más recomendable. Para hablar en público hay que tener algo que decir, en el sentido de haber experimentado alguna cosa que quieras compartir con otros. Eso es lo que le interesa a la gente: lo que tú has hecho, lo que has vivido, lo que has sentido, lo que te ha pasado… No quieren un montón de datos, eso pueden encontrarlo en un libro, les interesa tu vivencia, aquello que tienes muy interiorizado, que es coherente contigo mismo y que quieres compartir con ella. Otro aspecto a tener en cuenta sobre el mensaje es la claridad: no has de demostrar que sabes mucho si no que sabes lo que es importante, no has de aportar cincuenta mil ideas, sólo has de transmitir una o dos que el público se pueda «llevar» consigo.

Por tanto, ¿el éxito radica en centrarse en el discurso?

Por supuesto, hay dos errores muy frecuentes a la hora de hablar en público: estar demasiado pendiente de uno mismo -me quedaré en blanco, me sudarán las manos…- y estar demasiado pendiente del público -mira ese tipo que se está durmiendo, creí que con este comentario se reirían y no se ríen… Todo esto hace que uno se distraiga. El secreto para tener éxito es centrarse en el discurso y avanzar con él.

¿Cuál es la mejor forma de estructurar el mensaje?

En mi libro explico cómo lo hago yo, pero cada uno debe buscar y encontrar su propio sistema. En cualquier caso, a la hora de estructurar el discurso hay que tener claros tres aspectos: cómo empezar; cuál es la idea central y en qué momento ha de aparecer, y cómo acabar. La forma de arrancar es muy importante porque durante los primeros minutos estás causando impresiones; la idea central debe tener peso y hay que darla en el momento justo, ni muy pronto ni muy tarde, y el final ha de ser brillante. A veces un buen final puede incluso salvar una conferencia mediocre. Y dentro de este esquema mi propuesta es que el conferenciante acompañe al público a hacer un «viaje» que él mismo ha realizado previamente para aprender algo. No ha de explicar el viaje finalizado si no los pasos que ha dado a lo largo del recorrido para llegar a la conclusión a la que ha llegado. Si eso inspira al público, seguramente llegará a la misma conclusión, y eso, al fin y al cabo, es lo que uno pretende.

Tiene mucha lógica, pero además hay que observar lo que pasa entre el público para interactuar con él.

Claro, pero eso es un proceso. Has de empezar por el discurso, lo demás ya vendrá y lo hará poco a poco. En mi libro he huido de dar demasiados consejos sobre eso porque de joven, cuando me inicié en estos temas, creo que leí casi todos los libros sobre cómo hablar en público y siempre me quedó una cierta insatisfacción, quizá porque se centraban en infinidad de técnicas, pero no explicaban lo esencial.

¿Y qué es lo realmente esencial cuando se habla en público?

Transmitir una experiencia personal -coherente, bien explicada, que aporte información-, pero propia. Eso es lo que nos atrae de los demás. Los humanos tenemos el enorme deseo, fantástico y, porque no decirlo, morboso, de querer saber cómo les va a los demás, qué les está pasando. Y es que en el fondo no somos tan diferentes. Todos somos seres humanos que estamos en este mundo haciendo cosas y sentimos curiosidad por saber cómo las hacen los demás. Se puede aprender mucho de las vivencias de los otros, por eso, cuando se habla en público resulta tan importante transmitir experiencias. Es más, en la medida en que las experiencias de los individuos son narradas se está ayudando a la propia humanidad a progresar. El hecho de que la generación anterior nos traspase su conocimiento nos permite avanzar mucho más deprisa. Las experiencias no deben quedar de puertas adentro. Yo mismo durante años he sentido mucho miedo y vergüenza de «desnudarme» ante la gente, pero cuando lo he hecho he conseguido aproximarme enormemente a los demás.

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