Aunque en los últimos años ha aumentado considerablemente el número de empresas donde se utilizan formas de organización del trabajo en las que el profesional goza de bastante autonomía, aún persiste en muchas otras un tipo de organización donde unos diseñan el trabajo a realizar y otros lo ejecutan, las tareas están estandarizadas y se retribuye al personal en función de su productividad.

Esto no ocurre sólo en la industria sino también en otros sectores. Sin embargo, la investigación en ciencias de la salud ha demostrado reiteradamente que este sistema de organización tiene un impacto negativo en el trabajador. El resultado, a menudo, es el estrés, debido a la escasa capacidad de decisión del empleado sobre la forma de organizar y ejecutar las tareas y sobre todo -y este hecho es cada vez más frecuente- a la brecha que existe entre los objetivos que les pide la empresa y los medios (claramente insuficientes) que ésta pone a su alcance.

Exceso y falta de trabajo

Una de esas exigencias u objetivos se refiere a la cantidad de trabajo a realizar y el tiempo disponible para llevarlo a cabo. Si dispone de menos tiempo del necesario el empleado se ve obligado a ?forzar? un ritmo muy rápido y aun así a menudo se le acumulan las tareas, lo cual le genera estrés. Pero también puede suceder lo contrario, que se le asigne muy poco trabajo para el tiempo de que dispone (subestimulación), lo cual también es negativo.

Otro factor que puede generar estrés es el que hace referencia a las exigencias psicológicas cognitivas, es decir a que la empresa pida a sus profesionales una continua toma de decisiones, generación de nuevas ideas, control sobre muchas tareas a la vez y adquisición continua de nuevos conocimientos.

Si la organización proporciona recursos suficientes para que la persona desarrolle y mantenga esas habilidades éstas se convierten en un aliciente y no en un problema. Pero si se las exige sin ofrecerle recursos entonces el reto puede ser muy estresante. Esto es muy habitual cuando se pide a la persona que utilice una nueva tecnología y sin embargo no se le proporciona la formación necesaria sino que se espera que aprenda por su cuenta y fuera de horas de trabajo, una exigencia habitual aunque ilógica pues las empresas disponen de ayudas de la Administración para impartir cursos.

© Laboris