Esta Diplomatura se fundamenta en la función del interlocutor y en los avatares y tensiones que acontecieron en la articulación entre la filosofía y el psicoanálisis.

Hoy en día son innegables los lazos establecidos entre el pensar filosófico y la cuestión psicoanalítica, lazos que convocan a la interlocución de ambos discursos.

Y si bien es preciso reconocer que ambas disciplinas se descentran hacia experiencias irreductibles, ¿qué motiva que la conversación se sostenga?

Si bien Freud estuvo interesado en la Filosofía, no pretendió hacer del psicoanálisis una especulación del todo asemejable al pensar filosófico. Así, en El yo y ello pudo afirmar que “la investigación psicoanalítica no podía emerger como un sistema filosófico con un edificio doctrinal completo y acabado”, o bien –en la conclusión del “caso Schreber”– establecer una relación entre el rigor lógico de una teoría y el delirio del paranoico. Sin embargo, no debería pasar desapercibido que no otra cosa podía esperarse de un discípulo de Brentano, filósofo cuya enseñanza tenía como piedra de toque la racionalidad de la nueva ciencia positiva. Por lo tanto, la crítica de Freud a la filosofía debería ser enmarcada en el contexto histórico de declinación del idealismo en el siglo XIX. El sueño filosófico de Freud tuvo un nombre cientificista: metapsicología.

En tiempos de Lacan, el recurso a la filosofía es permanente y sin disimulos: desde Plotino hasta Frege, pasando por San Agustín, Descartes, Kant, Hegel, Husserl, Merleau-Ponty, Heidegger, los nombres de los filósofos más dispares se suceden vertiginosamente. Lacan le habló a la historia de la filosofía en su conjunto, al punto de afirmar que “Platón era lacaniano”. Y llegado el momento, resumió su proyecto como un reverso, esto es, como una “antifilosofía”. Sin embargo, lo que no podría soslayarse es que la “antifilosofía” de Lacan no es sin la filosofía.