Considerando que hemos entrado plenamente en la era de la educación inclusiva, con los apoyos necesarios, la escuela debe ofrecer una respuesta que dé cabida a las características de todos los niños y niñas, incluyéndolos y reconociendo su derecho a estar presentes, participar y aprender en un entorno ordinario.

La prevalencia del trastorno del espectro autista (TEA) ha aumentado durante los últimos años, los datos indican que 1 de cada 68 niños y niñas están dentro del espectro autista. Por lo tanto, estadísticamente cabría esperar que en todos los colegios hubiera entre cinco y seis alumnos que podrían estar dentro del espectro autista.

Si bien es cierto que todavía no se cuentan con todos los recursos necesarios, el sistema educativo actual está llevando a cabo una apuesta muy importante para incluir a todos los niños y niñas y no dejarse a ninguno fuera del circuito ordinario. Por este motivo, vistas las características tan específicas que presenta este alumnado con TEA, la escuela debe dar una respuesta educativa global donde, además de los miembros de los equipos de orientación y especialistas, el resto de profesorado y miembros que componen la comunidad educativa tiene que tener una formación muy específica que les permita, por un lado, comprender las conductas y necesidades que pueden presentar y las causas que las desencadenan. Por otro lado, que les ofrezca una formación que les dé estrategias y recursos para poder atender a estas manifestaciones y poder realizar todas las adaptaciones necesarias y adecuar el entorno a aprendizaje para poder asegurar una educación inclusiva real y de calidad que atienda a las necesidades de las personas con TEA y de sus familias.