La plasticidad del cerebro del ser humano es una de nuestras características más sorprendentes. Ésta permite que se creen circuitos neruronales para que el cerebro se adapte a las necesidades de cada momento en función de todo aquello que vamos aprendiendo. De esta forma, el cerebro está en cambio constante, y continuamente se están creando nuevas conexiones que “reciclan” las que ya existen.

Estos circuitos en un principio fueron desarrollados con otra finalidad, pero nuestro cerebro es capaz de reutilizarlos y adaptarlos para que puedan atender a otras necesidades. De esta forma, y gracias a la flexibilidad de nuestros recursos neuronales desarrollados a lo largo del proceso evolutivo, somos capaces de responder rápidamente a los retos que nos plantea nuestra cultura.

Esta reutilización que hace nuestro cerebro le permite hacer mucho con muy pocos recursos. En la actualidad, conocemos un total de tres tipos de reutilización en función del tiempo que emplea el cerebro en realizarla:

1. Reutilización evolutiva. También se da en animales, y expone claramente cómo la evolución usa lo que tiene disponible para resolver nuevos problemas en lugar de crear nuevos recursos. Este proceso tiene lugar lentamente mediante la selección natural.

 

2. Reutilización cultural. Esta forma de reciclaje sólo se encuentra en los seres humanos, y depende directamente de las capacidades cognitivo-sociales. Este tipo de reutilización se adquiere a lo largo de la vida, y está estrechamente relacionado con elementos culturales tales como la lectura, la música o las creencias.

 

3. Reutilización instrumental. La utiliza nuestro cerebro para influir intencionadamente en comportamientos tanto ajenos como propios, y funciona sobre la marcha. Ejemplos de ésta son la empatía o la capacidad de asociación.

El entorno en el que vivimos está en cambio permanente, por lo que es imprescindible que nos conozcamos a nosotros mismos y reutilizar nuestros recursos neuronales para nuevos fines.