Es el profesional que previene y trata todo tipo de enfermedades y anomalías que afectan a los pies de las personas y que no requieren la intervención de un médico.

Lejos de la imagen clásica que se pueda tener de él, el podólogo no ejerce sólo las funciones típicas de callista (evaluación y tratamiento de problemas de uñas, durezas y hongos) sino que también forman parte de su cometido otras acciones, como la corrección de malformaciones congénitas (pies planos, cavos o valgos), prescripción y seguimiento de ortopedias, y tratamiento de dificultades de circulación sanguínea y de úlceras, infecciones y otras enfermedades relacionadas con la piel de los pies, una zona del cuerpo especialmente delicada.

También se encarga de problemas neurológicos y traumáticos en los pies, debidos a golpes o accidentes, aunque estos casos son menos usuales. La mayoría de sus pacientes son niños o personas mayores, aunque la necesidad de tratar los pies se extiende cada vez más entre otros colectivos y, sobre todo, en relación con algunas profesiones en las que los pies sufren más presión (deportistas, artistas, dependientes, etc.).

¿Qué formación necesita?

Para ser podólogo se debe cursar una diplomatura universitaria, de tres años de duración, en la que se proporcionan las bases científicas y clínicas de la podología.

Estos estudios, con el objetivo de capacitar a los alumnos para realizar todo tipo de actuaciones saludables sobre los pies, contienen una parte de formación teórica y otra de aplicación práctica.

La carrera de podología tiene tres ejes de contenido: la quiropodia, acerca del tratamiento de callosidades y rozaduras; la cirugía podológica, sobre pequeñas intervenciones quirúrgicas para subsanar problemas; y la ortopedia del pie, que consiste en corregir deformaciones a través de prótesis o plantillas especiales.

Los estudios no son fáciles, pues concentran contenidos diversos, con materias a veces complicadas, aunque ofrecen la ventaja de un corto periodo de duración, que luego suele completarse con otra formación.

Los continuos avances científicos y tecnológicos en el campo del tratamiento de los pies provocan que los podólogos tengan que mantenerse al día en las novedades que surgen, por lo que suelen complementar sus conocimientos con cursos de especialización.

La experiencia laboral previa es un requisito muy bien considerado a la hora de encontrar trabajo por cuenta ajena, por lo que las prácticas durante el periodo de estudios son una gran baza para los futuros profesionales, que están preparados para ejercer la profesión nada más terminar la carrera.

Qué perspectivas laborales tiene

La sanidad es el gran sector donde ejercen su profesión los podólogos, principalmente en hospitales, clínicas, residencias geriátricas, gabinetes podológicos, clubes deportivos y centros y empresas de servicios asistenciales.

La podología aún no está contemplada en las prestaciones del sistema público sanitario lo que provoca que el ámbito privado sea la salida casi única para el podólogo.

En este sentido, puede trabajar en una empresa privada o bien de forma autónoma (como se calcula que hace un 90% de estos profesionales) prestando servicios a organizaciones, trabajando por cuenta propia, o ambas a la vez. Así, tiene la posibilidad de actuar al mismo tiempo en varios lugares, con una consulta propia y ofreciendo servicios puntuales a centros privados que requieran su valía. Otra salida menor es la formación.

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