Más de la mitad de los trabajadores españoles se han sentido discriminados cuando han ido a buscar un empleo, sobre todo estos dos colectivos: los profesionales jóvenes y los de más edad. Un 57 por ciento de los españoles ha experimentado algún tipo de discriminación durante los últimos cinco años, según se desprende de la encuesta The Kelly Global Workforce, realizada por la multinacional Kelly Services entre más de 78.000 trabajadores de 28 países del mundo.

La principal causa argüida es la edad (que ha sido reseñada por el 24 por ciento de los encuestados), seguida del sexo (10 por ciento), la raza (cuatro por ciento) y las discapacidades (en el dos por ciento de los casos).

«Las cifras ponen de relieve cómo las causas de la discriminación cambian continuamente, y que la edad es el factor más discriminante hoy en día, superando a la raza y el sexo», explica Ignacio Pérez Cuevas, director general de Kelly Services en España. «Debemos hacer frente a una escasez de trabajadores cualificados en muchos sectores y al envejecimiento de la población. Sin embargo, muchas organizaciones ponen obstáculos a trabajadores más mayores, dañándose considerablemente su imagen e incurriendo en mayores costes».

¿Y en Europa?

Si comparamos la situación de España con la de otros países, el nuestro es de los más discriminadores, alcanzado el séptimo puesto en un «ranking» formado por 27 naciones de todo el mundo, y en la cuarta posición de entre los 16 países europeos que han participado en la encuesta.

Dentro del continente europeo, quienes más discriminan son las empresas de Suecia, Hungría e Italia, frente a Reino Unido, Dinamarca y Luxemburgo, clasificadas como las que son más tolerantes.

La discriminación por cuestión de sexo ha sido denunciada por el 14 por ciento de las mujeres y el cinco por ciento de los hombres. Casi un 49 por ciento de los trabajadores de 45 años o más afirma haberse sentido discriminado por su edad. Y lo mismo piensa el 28 por ciento de los jóvenes de 24 años.

Para el director general de Kelly Services, «estas empresas pueden sufrir una alta rotación de personal, absentismo, baja motivación, baja productividad, mala reputación y también la posibilidad de reclamaciones y multas por el incumplimiento de las leyes de igualdad». No obstante, una pequeña parte de quienes afirman haberse sentido discriminados tomó acciones legales contra las empresas para las que trabajaron. El resultado fue insatisfactorio para la mayoría.

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