El proceso de Bolonia que transformará la Universidad que hoy conocemos ha llegado a nuestro país causando desconcierto. Políticos, estudiantes, profesores y padres y madres de alumnos no parecen ponerse de acuerdo. ¿Nos beneficiará este plan europeo de convergencia? ¿Nos perjudicará? Las opiniones son variadas y el desconocimiento social, considerable. Sin embargo, como en todo cambio, Bolonia aporta aspectos positivos y otros negativos.

 

Los inicios de Bolonia

 

El 1999, los ministros de educación de la Unión Europea firmaron un acuerdo en la ciudad italiana de Bolonia. Éste dio lugar a la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior. Se trataba de buscar un proceso de convergencia a través de una reforma universitaria que afectaría por igual a toda la comunidad europea. Facilitar el intercambio de titulados entre los diversos países de la UE y adaptar el contenido de los estudios superiores a las demandas sociales serían los puntales de la transformación.

 

Hasta aquí, seguramente nadie discreparía. Mucho menos a propósito de las ventajas asociadas al cambio: la posibilidad de estudiar la carrera en varios países europeos, unas notas que ya no se juegan en un solo examen sino que dependen de una evaluación continua, más variedad de títulos y además, títulos que potencian las salidas profesionales.

 

Sin embargo, algunos de estos cambios preocupan a los estudiantes por sus implicaciones económicas y culturales. En efecto, una evaluación continua en lugar de los tradicionales exámenes finales exige a los alumnos de todas las carreras una dedicación completa, la coordinación con otros alumnos para realizar trabajos en grupo y una serie de exigencias horarias que dificultan compaginar estudios y trabajo. Además, los másters y posgrados pasarán a ser elementos casi indispensables, con lo que la inversión económica necesaria seguiría aumentando.

 

No obstante, ¿son los motivos económicos suficientes para descalificar un plan educativo? ¿qué hay de la educación en sí? ¿qué se dice sobre los contenidos? Una Universidad cada vez más cara siempre puede compensarse desde los estados con la concesión de becas de estudio a los jóvenes. Los impuestos se pagan precisamente para que reviertan a la sociedad y no hay duda de que una formación adecuada acaba siendo una ventaja social para todos y una fuente de futura riqueza. Por otro lado, un plan de estudios con malos contenidos ya es de más difícil arreglo. Cada sociedad debería preocuparse de la calidad de los estudios que ofrece, porque los jóvenes de hoy son el valor del mañana.

 

Una reforma criticada

 

Los contenidos son otro punto criticado de la reforma. Para unos, la Universidad se está orientando demasiado al mundo laboral, olvidando el puro interés por el saber. Para otros, esto mismo es una ventaja. Unos critican el hecho de que muchas carreras se acorten, pasando de 5 a 4 años, con un primer curso demasiado genérico y un último curso demasiado centrado en las prácticas en empresas del sector. Otros lo ven como una ventaja. Unos consideran que se están perdiendo los viejos métodos de enseñanza y otros se alegran de ver llegar a la Universidad nuevos recursos educativos más ligados a Internet y a las nuevas tecnologías, que llevan al alumno a buscar la información en lugar de esperar recibirla pasivamente del profesorado.

 

La Coordinadora de Representantes de Estudiantes de Universidades Públicas (Creup) considera que la reforma no se está llevando a cabo en nuestro país con el tiempo y la cautela necesarios. Desde la Creup se pide más dinero para las universidades públicas y una mejor política de becas y además señala que la reforma olvida a los que estudian y trabajan.

 

Por otra parte, la Conferencia de Rectores (CRUE), que considera el plan como una decisión política, ve la implantación de este proceso como “una oportunidad para hacer una Universidad que supere sus actuales limitaciones y contribuya a una sociedad mejor”.

Fuera del ámbito universitario, la realidad es que la mitad de los españoles asegura que la información que tiene sobre el plan de Bolonia es más bien escasa. Así lo señala el último informe del servicio de Índices de Opinión (IOP) de la empresa Simple Lógica. Según la encuesta, sólo el 10 por ciento de los españoles admite tener un conocimiento alto o muy alto sobre la reforma.  El informe, denominado “Plan Bolonia: conocimiento y valoración”, concluye que el porcentaje de los que se manifiesta en desacuerdo con el plan (27,2 por ciento) supera ampliamente al de quienes se muestran de acuerdo (13,9 por ciento), aunque sólo el 50% de los encuestados se anima a expresar una opinión. Estos resultados son mucho mayores entre los universitarios, con un 33,1 por ciento de respuestas en contra y un 24,2 por ciento de opiniones a favor.