La exfoliación facilita la regeneración celular y activa la circulación. Con ella, un cuerpo suave y luminoso está asegurado.

Para eliminar impurezas, activar la circulación, aportar tersura a la piel… Éstas y muchas más son las funciones de la exfoliación, un proceso que consiste en hacer desaparecer las células muertas de la superficie de la epidermis y, como consecuencia, estimular la renovación celular. Y es que ésa es la capa en la que se hacen visibles todos los defectos de la piel y, por lo tanto, los beneficios de los productos que utilicemos.

Por ello, y porque con el paso del tiempo y los agentes externos se pierde elasticidad y suavidad, hay que echar mano de los exfoliantes. Éstos permiten retrasar la aparición de los signos de envejecimiento y, a la vez, facilitan una mayor penetración de los principios activos de los productos que se apliquen posteriormente.

 

Limpieza a fondo

 

Todo ello es posible gracias a un proceso sencillo. Los exfoliantes, por lo general, se presentan en gel o en crema, aunque todos tienen un elemento en común: se componen de unos gránulos que serán, en definitiva, los encargados de que la limpieza se haga a fondo. Para ello, con el cuerpo húmedo, se debe extender el producto mediante movimientos circulares para, de este modo, activar la circulación. Al entrar en contacto con la piel y el agua, los gránulos se transforman en una emulsión que, al masajear por todo el cuerpo, arrastraría las células muertas. Es conveniente insistir, sin embargo, en las zonas más secas y ásperas, como codos y rodillas, donde se acumulan más impurezas.

Una vez realizado el masaje exfoliante, hay que aclarar el cuerpo con abundante agua tibia y aplicar el gel de baño. En este sentido, es importante diferenciar bien entre la función de los productos exfoliantes y los de limpieza: mientras los primeros se aplican para eliminar células muertas, los segundos se usan para ejercer una limpieza superficial y frecuente. Por ello, no se deben sustituir unos por otros con el fin de mejorar la higiene. No hay que olvidar que los exfoliantes son sólo un complemento, no un sustituto, aunque ya existen en el mercado geles con propiedades exfoliantes de uso frecuente.

 

¿Cuándo?

 

Los objetivos y propiedades de los productos exfoliantes han quedado claros. Pero, ¿cada cuánto tiempo es conveniente aplicarlos? Si nunca nos hemos aplicado uno, lo normal es que durante el primer mes se exfolie el cuerpo una vez a la semana. Sin embargo, es el tipo de piel el mejor indicador para saber la frecuencia en la que deberíamos hacerlo. En una piel grasa, por ejemplo, pueden realizarse dos exfoliaciones semanales. Las pieles secas, en cambio, deben moderar su aplicación y necesitar, incluso, sólo una exfoliación cada quince días.

Ahora bien, el mercado cuenta con una gran variedad de productos que permiten hacer uso de la exfoliación más de una vez por semana. Se trata de exfoliantes suaves indicados para todo tipo de piel, pero sobre todo para las secas y sensibles.

La época del año también influye en la periodicidad del tratamiento. En verano, por ejemplo, la piel está más expuesta a los agentes externos y sus repercusiones, haciéndose casi obligatoria la reducción de la periodicidad en la que se aplique el exfoliante (una vez por semana). En invierno, al estar más resguardada, este período se puede prolongar a quince días.

 

Sin irritaciones

 

Existe la creencia de que la exfoliación puede irritar la piel, sobre todo las secas o sensibles. Esto no tiene por qué ser así si se aplican con suavidad, con la frecuencia adecuada y, sobre todo, si se recurre a los productos que más convienen a cada tipología. Así, mientras una piel sensible necesita una o, como mucho, dos exfoliaciones al mes, una grasa podría aplicarse dos a la semana.

Por el contrario, no es recomendable hacer uso de exfoliantes en el caso de pieles con algún tipo de enfermedad dermatológica, ya que pueden afectar a ésta.

 

Primer paso para un cuerpo perfecto

 

Con la exfoliación, la piel se oxigena mejor y queda lista para recibir mejor los productos que a continuación se apliquen. Por eso, se puede considerar como el primer paso para conseguir un cuerpo diez.

Es conveniente que, después del exfoliante, se hidrate la piel, ya que los activos hidratantes penetran mejor cuando no hay células muertas que se interpongan entre ellos y la epidermis. Ésta también es la razón por las que todas aquéllas que sigan un tratamiento anticelulítico y reafirmante deben echar mano del exfoliante: aumenta la eficacia de sus propiedades drenantes y tensoras y se hacen notar con mayor rapidez.

 

En el rostro, también

 

Al estar más expuesta que la piel del cuerpo a los efectos nocivos de los agentes externos, la del rostro requiere una exfoliación más precisa y, a la vez, más cuidada, pues es más fina que la del restro del cuerpo.

Los pasos que deben seguirse son similares a los de la exfoliación corporal: debe humedecerse el rostro para aplicar el exfoliante en movimientos suaves y circulares evitando, en este caso, el contorno de los ojos. Después hay que aclarar muy bien la piel con agua tibia y aplicar el tratamiento hidratante específico.

 

Para cada tipo de piel

 

A pesar de que en las pieles jóvenes la regeneración celular es más frecuente, es conveniente exfoliarlas, ya que por lo general son más grasas. Si se trata una piel joven con acné -y, por lo tanto, más sensible que el resto-, la exfoliación debe dejarse de lado, pues puede llegar a irritarla. En este caso, puede recurrirse a productos específicos.

La regeneración en el caso de las pieles maduras es, en cambio, más lenta, por lo que las exfoliaciones deben ser más frecuentes. Ahora bien, con independencia de la edad y como ocurre con el cuerpo, el tipo de piel da todas las pistas sobre el tratamiento que debe aplicarse:

 

– Seca: al acumular una mayor cantidad de pieles muertas, requiere una o dos exfoliaciones semanales. Es preferible optar por los productos en crema que, además de limpiar, ayudan a hidratar.

 

– Sensible: el exfoliante debe aplicarse con la mayor suavidad posible con productos específicos que retiren las células muertas sin agredir a la vez que calmen la piel. En este caso, los productos en crema son también la opción más acertada.

 

– Normal: como en casi todo, es la que menos problemas ofrece. Por lo general, basta con una exfoliación por semana.

 

– Grasa: el exfoliante ocupa, en este caso, un papel esencial, pues este tipo de piel es la que más y mejor limpieza requiere. Por eso, habría que exfoliarla dos veces a la semana con un producto en gel, que además de limpiar refresque el rostro.