Por Miquel Bonet

Abogado, profesor, autor de “Búscate la vida”

Me piden que hable sobre el respeto y claro que voy a hacerlo, porque está en la primera página de toda relación humana que aspire, precisamente a eso, a ser “humana”, una palabra que resultará muy nueva, especialmente para todos aquellos que no la practican a menudo.

Vamos a irnos situando desde nuestro contexto, a ver si nos entendemos; no sé si es humano y respetable que un maestro que ha pasado el día “peleando” en un instituto con jóvenes a los que lo que menos les preocupa es aprender algo; o a un médico, que lleva 12 horas en urgencias salvando vidas; o un basurero, que se pasa otras tantas recogiendo la “mierda” de todos por las calles de cualquier ciudad, se les recorte su sueldo y encima deban pasar un examen diario frente a la opinión pública; todo eso puede parecernos humano y respetable, aunque no lo admiremos y casi nunca lo reconozcamos.

Pero paradógicamente, nos parece genial, se aplaude, se premia con creces, se proclama como “monumento nacional” que alguien se encierre en una plaza de toros, torture, mutile hasta la muerte a un animal y encima se le haga un homenaje o si quieres lo pongo más sencillo; tratamos con respeto y protocolo a miles de “políticos”, algunos cobrando dos o tres salarios, sumando sueldos de 6 cifras y en cambio hemos vetado el pluriempleo, porque simplemente no es posible; condenamos a los empresarios a peregrinar banco por banco para financiarse y ni siquiera se les escucha. ¿Es eso respeto? ¿Dónde está el trato humano?

El respeto es simplemente la asunción del “otro”, creerse que el mundo no se centra en cada uno, reconocer que no estamos solos en el universo, eso tan simple, y lo curioso es que nadie lo practica.

Me viene a la memoria una conversación de barra de bar con un gran empresario, ya fallecido, en el año 76, poco después de morir Franco: —«¿Sabes una cosa Miquel? En el momento en que el jefe y el subordinado se tuteen, vayan al mismo bar o compartan la misma conversación, eso se ha acabado». La verdad es que entonces no entendí mucho de qué iba el tema, quizá porque aún tenía fresca la máquina de ciclostil y esos principios obreros y de igualdad que debían cambiar el mundo; después descubrí que lo han cambiado, puede que algunas cosas para bien, otras resultaron inevitables, pero al final la base de todo ello, son los principios y uno de ellos es el de la autoridad, también los valores, como el respeto, que desgraciadamente han ido a peor.

Mandar por mandar es malo aunque al final se obedece; puede que el que toma las decisiones tenga razón y además es cómodo, a la vista de la cantidad de directivos mediocres que nos rodean, pero buscar exclusivamente el interés propio, aspirando a que no te pillen, es mucho peor, porque no escuchar es no respetar y eso elimina la “verdad” del otro que debería ser la justificación de su existencia.

Qué c… les importa a los miles de jóvenes que no tienen trabajo que les vayan repitiendo que “es la generación más preparada y dale, que dale…” si somos incapaces de darles empleos, ¿qué culpa tiene ellos de que sus padres, en su afán por resolverles la vida, no los hayan educado para superar una crisis? ¿De qué les sirve manejar las TIC, si no saben ponerse el despertador, ni hacerse su propia comida, ni entender las noticias? ¿Para qué? Naturalmente que desconfían de maestros, padres y empresarios, si hay gente por ahí que les sigue diciendo que lo mejor es una Oposición o ir aparcando Másters. ¿Por qué no decirles que sólo se aprende haciendo? Que la mejor maestría es la calle, que la FP puede dar más soluciones que la universidad y que un empresario no es alguien que vive a costa de los obreros, sino quien arriesga, compite y se esfuerza por tener un trabajo propio y que necesita a otras personas, para que todos ganen justamente, en función de su actitud y aptitud.

¿Sabéis una cosa? Las crisis no se resuelven ni con palabras, ni con recortes, ni con fórmulas maravillosas, sino poniendo las ganas, un poco de imaginación y contando con la gente; pero claro está, sin perder de vista que para ello debes tratar a tus semejantes como seres humanos; por hacerlo fácil, no hace falta que pienses como yo, ni tampoco que te guste lo que digo; de momento ya acepto tu discrepancia pero por favor respeta mi derecho a proclamar mi existencia.