Por Miquel Bonet

Abogado, profesor, autor de “Búscate la vida”

Como tú, estoy preocupado con las cifras del paro y con la absoluta ineficacia del poder, para focalizar el problema real, más allá de las excusas y la retórica tan sobada pero te aseguro que hay algo que me aterra aún más y es la falta de sentido común de la gente que tiene el poder para tomar decisiones y no sólo políticas.

Siempre he mantenido y lo digo públicamente, basándome en  mi experiencia como docente universitario y cierta práctica empresarial en mis 49 años largos como profesional, afirmo que aparte de los pocos líderes innatos, el resto lo son por necesidad, pues a la mayoría de la gente lo que le va de verdad, es obedecer, o sea  que alguien tome las decisiones por él, supongo que es lo cómodo y lo que se ha fomentado en estos años.

Esta sería una buena razón para entender, porque muchos jóvenes siguen en casa con 30 años o porque hay crisis de empresarios, de líderes y de gente, capaz de conducir a los demás de la única forma posible, organizando su trabajo y poniéndose por delante, o sea dando ejemplo y asumiendo el riesgo y permitiendo que cada uno, haga lo que mejor sabe hacer, al servicio del grupo; lo terribles es que además del absentismo cultural, parece que se ha perdido también la propia conciencia,  que es lo que debería limita este falso “todo vale” y la avidez por la posesión, haciéndonos esclavos del consumismo, hasta el punto de deformar las auténticas necesidades y deformando nuestro propio sentido común.

Y eso va dirigido especialmente, a estos jóvenes que han acunado su existencia, con la electrónica y la sobreprotección, quizás valga la pena recordarles que la mejor manera de ser libres, no se limita a la indignación, sino a escuchar nuestra conciencia como personas y apegarse a los valores, que deben dar un sentido auténtico a la vida.

Yo  recomendaría a los líderes políticos, que aprendieran de los “castellers” de mi tierra, que vieran como se forma una torre humana, a base de explorar aquellos valores que tanta falta nos hacen, como el esfuerzo, la complementariedad, la resistencia al fracaso, la generosidad, la gestión emocional, la comunicación o el liderazgo, fíjese cuantas cosas y tan repetidas pero que no tienen  nada que ver con lo que existe en la calle.

No se trata sólo de recortar ó trabajar más, eso se da por hecho, en cualquier economía familiar que pierde algún salario,  aquí lo que hay que hacer es animar el consumo, optimizándolo, o ¿es qué no comprenden que la única defensa frente a un consumismo trepidante y superficial es la educación?  Pues fomenten cultura por favor y háganlo desde la escuela, porque el espíritu emprendedor se detecta desde la infancia y hay que inspirarlo, alimentarlo, protegerlo y desarrollarlo, porque si no, nadie va a emprender y sin empresarios no hay trabajo.

Aprendí hace 50 años de un profesor de física en la Escuela de Peritos de Terrasa, que empiezas a resolver un problema cuando empiezas a plantearlo, esto es sentido común, pues  venga!!!, ¿ qué esperamos?, a algunos de ésos de “letras” se les ocurrió la frase de “contra Franco vivíamos mejor”, muchos se sonríen, porque no saben de qué va, pero yo se lo cuento, eso va, de que después del  75, se empeñaron en crear nuevos valores, para parecernos a algo, llamado democracia, que nadie practica pero con las prisas y aplicando el método de los torpes, que aún siguen los partidos de ahora, se combatió y eliminó todo lo viejo y claro, de tanto purgarnos, nos quedamos sin valores.

¿Dónde está la cultura del esfuerzo, el respeto a cada uno y a los demás, el principio de autoridad, el compromiso, la generosidad, la ética?, ó simplemente, donde queda la empatía, cuando vemos demasiados mayores de pie en el bus, mientras pululan jóvenes sentados, haciéndose los  ausentes y ¿la comunicación? entren en un bar ó miren en la calle, y verán a la gente como autómatas susurrando con su móvil y sin enterarse de su entorno.

Antes, pedíamos que en vez de promocionar a alguien por ser del régimen, se le valorara por sus méritos, pero nos cargamos la meritocracia en la educación y hasta en la política, según se ha probado cualquiera puede ser político y vivir toda la vida de ello.

Deberíamos darnos cuenta  que no toda la culpa la tienen los bancos, porque el dinero nos lo hemos gastado también nosotros, que la receta de la educación de los hijos no consiste en cuatriplicar las cosas superficiales que no necesitan, tampoco depende de la escuela que los llevemos, sino del compromiso individual de unos padres, demasiado cansados para ser asertivos y ocuparse de influir en su camino vital.

Nadie ha sospechado porque pasar de curso en la escuela o aprobar en la universidad estaba al alcance incluso de los que no estudiaban, o que ganarse un sueldo a menudo dependía sólo de un currículo mediocre y algún Máster inútil, muchos más que de la actitud hacia el trabajo. Deberíamos haber aprendido que los perros no se atan con longanizas, porque se las comen, y que el estado del bienestar no lo pagan en la UE, que “todo” hay que ganárselo, como el amor diario de la pareja y que a estos políticos los elegimos nosotros, que este monstruoso estado de las “autonomías”, en los que nadie se siente a gusto, se votó entre todos o que democracia es respetar, cuanto menos, el derecho de otros a expresarse.

Todo eso, deberíamos planteárnoslo con valentía, para reconocer la realidad, con la suficiente dignidad para no echar la culpa de todos los males a los demás, sobre todo porque no sirve para curarse y ahora lo que toca, es empezar a caminar con racionalidad y de una vez, aplicar el sentido común  aceptando las propias limitaciones, a partir de aquí, podemos descubrir las posibilidades de salir de ésta y les cuento algo más, probablemente en mi pequeño país, construimos castillos humanos, ya que después del esfuerzo de subir hasta arriba, siempre se pueden ver más cosas que a ras de tierra.