El lenguaje corporal dice de ti, más de lo que te puedes imaginar. Tu mente, tus emociones y tu cuerpo se relacionan estrechamente.

Cuando llegamos a una entrevista de trabajo, antes de pronunciar una palabra, nuestro entrevistador ya tiene una primera impresión marcada por los mensajes que damos a través del cuerpo. Lo que expresa nuestro rostro y cómo vestimos ofrece gran información de lo que somos, de ahí la importancia de cuidar esos detalles para que nos acompañen y apoyen lo que decimos verbalmente.

No funciona insistir en que te encuentras totalmente cómodo y relajado cuando tu cuerpo dice todo lo contrario. La idea básica que tratamos de transmitir en una entrevista laboral es la de confianza en nosotros mismos y eso lo conseguiremos siempre y cuando utilicemos mensajes verbales y no verbales que también incluyan interés y respeto hacia el otro.

Lo primero que debemos hacer es analizarnos, observar las gesticulaciones, la forma de interpretar lo que nos dicen y cómo reaccionamos cuando nos relacionamos con los demás. Estas claves servirán de ayuda mientras no olvidemos el autoanálisis, la información que uno puede obtener de su entorno –familia, amigos, compañeros– y la práctica diaria. Esta información será un punto de partida para nuestro trabajo de imagen personal. El adquirir unos hábitos no verbales no quiere decir que aprendamos a ocultar lo que sentimos o a disimular hábilmente lo que nos pasa en ese momento. De lo que se trata es de ser coherentes con nosotros mismos en todo momento.

Hay que evitar que nuestros movimientos corporales sean difusos e incoherentes, sobre todo con los ojos. La mirada y el mantener el contacto ocular todo el tiempo con nuestro seleccionador es básico para que la comunicación sea fluida pero ten cuidado, no se trata de hipnotizar o retar a la persona que tenemos delante.

Si nuestra mirada es demasiado persistente y directa, el otro puede sentirse agredido o invadido en su espacio personal y esto genera una tensión que no nos favorece. Lo ideal en estos casos es pasear la mirada por el rostro del entrevistador distribuyéndola entre los ojos, el entrecejo y la nariz, aunque no necesariamente por este orden.

También es importante la expresión de nuestro rostro, por ejemplo, si nuestras cejas están fruncidas, estamos expresando enfado o si están medio fruncidas es señal de confusión. En cambio, si están un poco levantadas indican sorpresa, y totalmente levantadas, incredulidad.

Tampoco debemos utilizar sonrisas estereotipadas, forzadas o mecánicas porque no reflejan naturalidad. Nuestra sonrisa que sea franca, distendida y que se asome por los ojos. Es bueno sonreír todo lo que podamos, siempre de una forma natural y fácil. Este tipo de sonrisa no tiene nada que ver con la risa compulsiva y nerviosa que aparece a intervalos regulares cuando no ocurre nada gracioso. La intención es dar una imagen de relajación total pero después de unas cuantas risas el entrevistador puede empezar a sentirse incómodo y a preguntarse que hay tan divertido en la situación.

Recuerda que la primera impresión en tu entrevista de trabajo es decisiva.